martes, 5 de enero de 2010

Sexy y barrigón


Mi madre tomando mate en la mesa de la cocina.
Una imagen común sino fuera porque junto a ella estaba sentado mudo el electricista.
Y porque ni se dieron cuenta de mi presencia, tan ensimismados los dos con esa película de Sandro…
Mamá, el electricista, Sandro. Too much.

Esto fue hace unos años. El electricista es mormón lo cual lo vuelve formalmente incompatible con los amores de mi madre, pero el hecho es que anoche, en plena sandrización de la pantalla, recordé esa escena religiosa que por alguna razón escapaba de mis previsiones estéticas y que hacía que dos señores con sus años disfrutaran un momento mágico.

Como hace un calor derritiente, baboso y combustible, no me podía dormir y me puse a ver el Máximo Recital de Sandro.
La suma de lo hallado fue agradable:

Charming, sex appeal, sentido del humor, ironía, inocencia, franqueza, desnudez.
Seducción artesanal, no deportiva. Mucho bordeaux, champagne, entorno kitsch y por momentos queer, Sandro pasaba de ser un macho imponente a una drag queen apenas disimulada en dos canciones.
Es lo que hace genial un acto artístico. Cuando se mezclan categorías que exceden la escena misma y enriquecen su humilde propuesta original. Por suerte a este blog no lo lee mucha gente más que el Loro Sosa y no tendré que dar explicaciones acerca de llamar drag queen a Sandro de Crónica y de América.

El tipo bailaba, cantaba, lloraba, gemía, se olvidaba las letras. Le tiraban bombachas, corpiños como besos. Y a esa tromba agitada de efusión sexual casi devoradora, el las llamaba nenas…
Mis nenas.
Un genio. Nadie pensaría en acostarse con una nena, amigos.
Era como permitirles jugar con el, a las gatas y el valiente despereaux.
Voy a confesar que una vez le regalé a P. el Tributo a Sandro (Un disco de rock) con la única intención de que escuchara "Por ese palpitar" y (me) registrara. Funcionó! Claro que sí.
Con P, tuvimos mucho de "Tengo", "Quiero llenarme de ti" y "Dame fuego".
Y después (damn it!) tuvimos "Penas" y "Así"... chin pum.

Sandro, ahora muerto ilustre de la Nación, desparramó sweet honesty, caricias musicales, resignó el costado Elvis y el leopardo dorado, pero si hubiera podido verlo, creo que disfrutaría su propio funeral.

Llegó al 2010, peleó con la bacteria iraquí, comió puré…
Lo queremos.
Qué más?
Mis condolencias a las nenas.

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